LA VERDAD.
Por: Marina Alarcón González.
El origen de LEER NUESTRA NUEVA MISIÓN… está por revelarse.
He tenido la oportunidad de conocer lectores. Personas que desde mis primeras épocas de estudiante, sabían que es fácil acercarse a mí, presentándome libros, situaciones, personajes… esos universos paralelos que nunca han permitido soledad ni reclusión en mi vida.
Sin ser la mejor lectora del mundo, ni nada que se le parezca, me gusta leer. Me hace feliz la buena literatura y no me conformo con un solo libro por autor. Exploro la escritura y disfruto creando escenarios posibles para la creación de cada historia. Me sorprendo alucinada frente a los libros y poemas, admirando la inmensa creatividad humana para producir frases, versos, ensayos, novelas a partir de acontecimientos imperceptiblemente inmensos, que se nos dan a todos, en la sencillez diaria de la vida.
A veces, desde siempre, juego a ser poeta y las palabras traviesas, unas veces coquetean en mis hojas en blanco y percibiendo mis humildes intenciones, se dejan atrapar. Así fue como conocí poetas, desde mis aulas universitarias, hasta el día de hoy, cuando muchos de ellos, ¡benditos sean!, alimentan mi ego y avivan en mí el goce de escribir. Hay largos espacios de tiempo sonámbulos, que se pasean por ahí indefensos, y callados se distraen con la luz aparente y ponen cepos en donde las palabras buscan libertad.
Los días con sus años en aventuras de tonos y matices, tienen la autonomía para acompañar las ilusiones y con ellas, mi esposo, recolector de sueños y de bromas, ayudó a plantar en algún nido del corazón de nuestros hijos, la semilla de la palabra que se prolonga germinando incontrolable y poderosa.
Con mis hijos y sus hijos, crecen a la par los hijos de la gente, que el cielo me ha otorgado como propios, en el aula de clase, en el pasillo, en la calle, en el mundo… Cientos y cientos de niños, jóvenes y adultos que avanzan conociendo el reto infinito que Dios nos ha entregado con el privilegio de la palabra.
Leer, se ha convertido en nuestra nueva misión. Misión que nutre el crecimiento intelectual de comunidades enteras. Alimentar esa capacidad de asombro que crece con cada ficción, nos permite seguir siendo niños y por lo tanto, mantiene viva en nosotros la necesidad de preguntar, de investigar, de saber, de intentar nuestra historia propia.
La verdad, las letras retozan desbordantes desde mi primera infancia, en los campos de flores, pinos, prados y los ritmos en el silbido de melodías inolvidables y versos naturales de la boca de mi padre y de instantes sagrados con mis hermanos reunidos, alrededor de la lectura impecable de mi madre, en la cocina con olor a bolas de cacao de harina, arepas de peto, queso y bollos de maíz dulces, colgados como estupenda tentación en el canasto sobre el molino.
La verdad, la mejor lectora que conozco es mi mami, que aún pasa sus tardes devorando a Ruiz Zafón, García Márquez, Allan Poe, Isabel Allende, Dan Brawn, Naguib Mahfuz, Süskind… y cada vez se ve más joven, radiante, bella e inteligente.
La verdad, la poesía viene de la voz de mi papi, de sus silencios, del olor de la tierra que labra, de las rosas “cecilias” que deja para la Virgen María, cuando poda la cerca viva. La poesía está en su sonrisa, en sus miedos y en sus infinitos actos de valor, en las rimas que le salen solas y en su silbido de ángel recorriendo el campo.
Las vivencias de la infancia, definen nuestras primeras emociones, arrancan sabiduría desde el fondo de la tierra y la plantan en nuestro ser, es una cadena de amor que extiende su poder hasta el corazón de todos aquellos que tenemos la virtud de tocar con nuestra existencia.
Los invitamos a conocerlos y compartirlos.